REDESCUBRAMOS NUESTRO ENTORNO NATURAL MÁS PRÓXIMO
© Agustín Orduña
Garza real (Ardea cinerea) comiéndose un ejemplar adulto de Galápago leproso (Mauremys leprosa), incluido su caparazón.
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Cuando el verano está próximo a su fin, y nos dirigimos hacia el final de un ciclo biológico para muchos seres vivos, el otoño, manifestado de un modo espectacular en los árboles caducifolios, es una época en la que también comienza el curso escolar, lo que a su vez es una nueva etapa de la vida humana. Es por ello por lo que en la revista digital de este mes, hemos querido invitaros a que asumáis nuevos retos y os aproximéis a vuestros entorno natural más próximo, “abriendo los poros de vuestros sentidos”, sin prisas y con una mentalidad receptiva y observadora, con lo que posiblemente redescubráis nuevas sensaciones o vivencias de nuestro entorno natural más próximo, y ello desde el convencimiento de que pocas experiencias pueden ser tan estimulantes para el desarrollo de las capacidades intelectuales y afectivas como el contacto con el mundo natural, al estar demostrado que estas prácticas despiertan nuestra capacidad perceptiva y favorecen la adquisición de habilidades para observar e interpretar los fenómenos naturales, a los propios seres vivos que lo habitan, o a los objetos y accidente geográficos que los conforman y que gestan una serie de acontecimientos naturales, los que tienen lugar en el mismo, mucho más cerca de nosotros de lo que podamos imaginarnos, aunque nos suelen pasar desapercibidos en toda su dimensionalidad e importancia, como se pone de manifiesto de forma elocuente con la imagen que ilustra este comentario: una Garza real (Ardea cinerea) comiéndose un ejemplar adulto de Galápago leproso (Mauremys leprosa), incluido su caparazón, una conducta que no se había descrito hasta ahora en el mundo natural –al menos nosotros no tenemos conocimiento de ello- y que ha ocurrido en nuestro entorno natural, muy cerca de la ciudad de Baza, lo que ha sido testimoniado gráficamente, y que nos ilustra que muy cerca de nuestros lugares donde vivimos pueden estar ocurriendo fenómenos y conductas naturales singulares, que si no nos detenemos ante ellas para percibirlas. pueden pasar desapercibidas.
Esta experiencia para redescubrir nuestro entorno natural más próximo, aun cuando puede y debe encontrarse abierta a todos, son nuestros hijos, los niños, los principales destinatarios y beneficiarios con ella. Promover la curiosidad en torno a la naturaleza ayudará a los niños a ejercer y desarrollar capacidades y hábitos que caracterizan el pensamiento racional: escuchar y dialogar comprensivamente; formular dudas y preguntas pertinentes e imaginativas; observar con interés creciente y elaborar después conclusiones fundamentadas; habituarse a demandar explicaciones congruentes y convincentes sobre los fenómenos y acontecimientos del entorno. A partir del contacto progresivamente reflexivo con el medio natural los niños pueden alcanzar otros logros formativos y así adquirirán una disposición hacia la protección y el cuidado del medio natural, porque entenderán que nada en el mundo natural es caprichoso o arbitrario, sino que todo es el resultado de una histórica evolución y adaptación a la supervivencia, por ello es difícil de restaurarlo cuando su equilibrio es alterado y que su deterioro puede repercutir en la salud humana, al formar el hombre parte importante de este medio natural, el que debemos intentar seguir redescubriéndolo, no solo por los impagables beneficios que obtendremos, sino porque puede depararnos aún nuevos y sorprendentes descubrimientos, como el que comentamos sobre la conducta depredadora de la Garza real sobre el Galápago leproso.
La Asociación PROYECTO SIERRA DE BAZA
Más contendios e información en la revista digital de septiembre-2011, núm. 147. Año XIII: